A menudo, salirse de la norma, del marcaje de la pauta, de lo habitual, o de lo considerado normal, es lo que conduce a lo diferente, a lo excepcional y a lo nuevo. O simplemente, la mera alternativa es la que procura ventajas.
En el mundo de hoy, comprar un periódico en edición papel, a diario, no sale a cuenta. Más que nada, porque no da tiempo a leerlo, y supone un desperdicio pagar la edición entera, para leer un par de artículos, apresuradamente. Especialmente, cuando esa lectura igual de apresurada puede hacerse, gratuitamente, en versión digital. Pero lo cierto es que no es lo mismo – para el común de los mortales que aprendimos leyendo en papel – leer en páginas táctiles, que hacerlo en páginas digitales. Es diferente. Se disfruta, se saborea, y procura más paz y placer, la lectura en pasta. Posiblemente, nuestros ojos agradezcan el detalle. Y nuestro cerebro, aunque no nos los diga, también.
Pues bien, la muy inveterada costumbre de tomar un café con leche a media mañana – o cortado con sacarina, en su defecto – suele venir acompañada del deseo de entretener los pensamientos con algo distinto a las menudencias laborales del día a día. Algo que nos haga sentir conectados con el mundo, más allá de la pantalla, los mensajes y las llamadas. Noticias sobre la vida, para saber que hay algo más que el deber de informar o de informarnos, sobre nuestros retroalimentados y resabidos mundillos. Para esa pausa del café, solemos buscar un bar de entorno agradable, con poco ruido, con buena decoración, altos estándares de higiene, amabilidad profesional y hasta hilo musical en el baño, puestos a pedir. Pero si lo que uno quiere es asegurarse la lectura de un periódico, además de evitar eternos cotilleos en bucle, es de todo punto absurdo asistir al lugar en el que todo el mundo viene buscando lo mismo. Es mejor irse al bar de toda la vida, en el que el porcentaje de interesados en las noticias mundiales que no sean deportivas, se reduce a la mínima expresión. Al fin y al cabo, si uno se concentra, puede leer escuchando la máquina del millón, el sarao televisivo a todo volumen, y para cuando vaya al baño, tendrá la sinfonía acústica garantizada de la conferencia con Beijing, a coro. Con la ventaja de que ese periódico manchado de aceite, lo habremos podido disfrutar, sin demasiada competencia.
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