La importancia de llamarse...

Publicado el 19 de diciembre de 2025, 16:08

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Son muchos quienes venden la piel del oso antes de cazarlo. Tantos como los que menosprecian a otros porque no les gusta su apariencia, su supuesto estatus, prestigio o popularidad. Y, sin embargo, todos ellos están equivocados. Y mira que no son pocos. De hecho, quienes caen en estos dos errores, son mayoría social. Probablemente, en alguna ocasión, aunque nos desagrade reconocerlo, nos habrán contado en esa fila, porque también estuvimos en ella.

Decía mi padre que los bibliotecarios eran seres de otro mundo, abstraídos de las reglas de éste, porque, entre otras rarezas, consideran que no importa el formato en el que esté contenida una obra o una creación intelectual de cierto mérito. A ellos les interesa el valor del contenido, la información en sí, no el continente o el envoltorio. No es que les dé igual manejar un incunable o una primera edición histórica que un moderno libro de bolsillo; pero casi. Porque saben que, en el fondo, lo importante es lo que pueda aportarnos esa información, lo que transmita esa historia, lo que se explica en ella, y cómo está contada, independientemente de cuál sea el soporte en el que la percibamos. Eso incluye, sin duda, el formato oral, hoy día conservado gracias al registro auditivo o audiovisual. Pero parece que, a muchas personas, les parecerá mejor un ejemplar dedicado por un autor famoso que, la primera obra casi imperceptible de alguien a quien después llamarán genio. Esa misma opera prima que luego dirán que ya contenía una promesa, designios de éxito y calidad sublime, desde el primer momento. Hasta podría ser que la fama y la calidad, no siempre fueran de la mano. Como tampoco el éxito, el cual, si bien requiere esfuerzo, no siempre simboliza el mayor mérito o la mejor representación de las fenomenales capacidades del potencial humano.

A veces, uno se pregunta por qué determinados autores, o al menos, algunas de sus obras, no aparecen en las listas de los mejor valorados. Algo así trató de decirnos el genial Oscar Wilde, en su excelente comedia La importancia de llamarse Ernesto. Salvando las distancias, su mensaje final es: sé auténtico, lo sepan valorar los demás, o no. Y recuerda que, a menudo, ni lo tenido por muy bueno, es tan bueno; ni lo tenido por malo, o muy malo, es tan malo. Como el vino, en cuestión de gustos, la cosa va según los paladares. Y lo que a un paladar adaptado a lo áspero le puede saber dulzón, a otro paladar más sensible, puede semejarle insuperable.